Cómo funciona esta tecnología que permite proyectar documentales, films educativos y superproducciones hollywoodenses en 3 D.
"Es lo mismo que bucear, pero sin mojarse", dice, divertido, Larry O´Reilly, vicepresidente ejecutivo de Imax a la hora de explicar cuál es el atractivo de "Deep Sea 3D", la película en tres dimensiones sobre la vida en las profundidades marinas con la que inaugurará el viernes sus funciones al público la primera sala con tecnología Imax en nuestro país.
Cine como en el cine
La tecnología Imax –estrenada oficialmente en la Expo 70 de Osaka, Japón y creada por un consorcio canadiense– requiere de un proyector gigantesco (del tamaño de un auto) capaz de proyectar las imágenes contenidas en un soporte fílmico diez veces más grande que el formato convencional en una pantalla de 20 metros de alto y 26 de ancho. “Una película de 45 minutos, la duración promedio de una presentación Imax, requiere entonces de cuatro kilómetros y medio de celuloide”, explica José Viñas, gerente general del complejo, que cuenta con sonido digital envolvente que se emite por separado, desde un DVD ROM, a los 16 amplificadores y 44 parlantes de la sala que tienen una potencia total de 14 mil watts. Gracias a ello, las giras más taquilleras del rock suelen pasar habitualmente por las pantallas Imax (U2 filmó sus dos conciertos en nuestro país en ese formato).
Pero Imax no es cuestión de números –sostiene O’Reilly–, sino de sensaciones, aquella “experiencia Imax” a la que aluden todas sus publicidades y que funciona gracias a la naturaleza de la visión humana. “Para lograr el efecto de tres dimensiones proyectamos dos imágenes distintas en la pantalla, una para cada ojo que, al ser vistas a través de unos anteojos especiales, forman en el cerebro una única imagen con profundidad. En términos más sencillos, Imax es lo que hace que en una proyección de «El expreso polar», chicos y grandes se agachen para evitar que el tren los atropelle”.
Quizá no sea casualidad que el efecto repita el que se cree que tuvo otra maravilla tecnológica presentada hace más de cien años, cuando los hermanos Lumiere aterraron a los incautos espectadores con el arribo del tren a la estación de La Ciotat. “La importancia de los cines Imax en la industria del cine es que, en el transcurso de los últimos años, hemos logrado atraer a los cines a gente que de otra manera se quedaría en su casa viendo un DVD”. El análisis de O’Reilly deja en claro por qué su compañía recibió en 1997 un Oscar especial de la Academia por sus contribuciones técnicas y artísticas a una industria del cine que, desde entonces, lucha denodadamente contra los efectos devastadores de la piratería y los avances de la tecnología en reproducción hogareña en la venta de sus entradas.